te puede interesar

El Miedo

¿El miedo es malo? ¿Qué es el miedo irracional? ¿Lo aprendemos o nacemos con él? Evidentemente sentir miedo no es malo, es algo adaptativo (nos protege en una situación de peligro), pero cierto es, que es una de las emociones que se graba en nuestro cerebro de manera más irracional.

El miedo es una señal desagradable, es un mensajero, nos avisa de que hay una amenaza que suponemos (nosotros interpretamos) es superior a nuestros recursos para hacerle frente, por lo que predispone a nuestro organismo a evitarla, a escapar o a paralizarse.

Además, como es algo tan importante, no sólo podemos sentir miedo ante un suceso que nos desborda, sino que necesitamos poder anticiparnos a estos sucesos que amenazan nuestra supervivencia, por lo que necesitamos imaginárnoslo, sentir miedo, y de esta manera, evitarlo.

  • Suceso interpretado como amenazante en el aquí y ahora –> aumento de la activación fisiológica –> escape, paralización o lucha (en este caso toma el mando la ira).
    • Esta amenaza presente, normalmente conduce a la acción.
    • La respuesta ante una amenaza presente suele ser analgésica, reduciendo las sensaciones de dolor.
    • Respuesta puramente emocional (sistema límbico).
  • Suceso interpretado como amenazante en nuestra imaginación –> aumento de la activación fisiológica –> evitación –> disminución de la activación fisiológica (reforzamiento negativo, es decir, premio por haberlo evitado, lo que hará que la conducta de evitación se repita, y sigamos evitando).
    • Permanecer preocupado imaginando una amenaza conduce a la vigilancia extrema y la tensión muscular.
    • Preocuparse por una amenaza próxima aumenta el dolor.
    • Incluye el córtex prefrontal (cognición).

La amenaza, física o psicológica, tiene detonadores. Estos detonadores pueden ser innatos o aprendidos. Por ejemplo, dentro de los innatos encontramos: que algo se nos eche encima a toda velocidad, que algo nos golpee si no lo esquivamos, una pérdida repentina de apoyo que nos haga caer o la amenaza de un dolor físico (por ejemplo si veo una serpiente que puede morderme).

Hemos dicho que el miedo es muy importante para sobrevivir, por lo que los detonadores innatos no nos son suficientes para mantenernos a salvo, así que hemos desarrollado la capacidad de aprender a tener miedo, y debido a esto, podemos aprender a temer a casi cualquier cosa. Por ejemplo, si cuando soy pequeño, veo a mi madre (con una sola vez es suficiente) mostrar temor delante de un perro, aprenderé que los perros son peligrosos, ya que alguien significativo para mí (nada más que uno de mis progenitores) ha interpretado la presencia del perro como una amenaza contra la que no tiene recursos. Es necesario para la supervivencia de la especie que yo muestre ese miedo, por lo que es posible que desarrolle temor a los perros.

Cuando sentimos esta emoción pueden ocurrir dos cosas, o bien no podemos hacer nada (nos quedamos paralizados) o bien podemos hacerlo todo (huir, luchar). Nuestra respuesta dependerá de lo que hayamos aprendido a lo largo de nuestra vida sobre lo que puede protegernos de una situación amenazante. Quedarnos paralizados es una respuesta muy común. En los animales la función es muy clara, si me quedo quieto parezco muerto y no me comen, o directamente no me ven. ¿Qué función tiene en el ser humano quedarnos paralizados por el miedo? Cuando un ser humano se queda paralizado en una situación amenazante, por ejemplo una inminente agresión sexual, nuestro cerebro hace que nos encontremos en un estado de analgesia, tanto física como mental, por lo que no sentimos tanto dolor, no sentimos lo que está sucediendo, muchas personas incluso lo borran de su cerebro y ni se acuerdan de esa situación traumática. Es un mecanismo de defensa.

También podemos negar la emoción. No aceptarla. ¿Cuántas veces hemos oído como alguien le dice a otra persona “no seas miedica”? Se le está imponiendo a una persona que no sienta lo que está sintiendo. Con ello, además se consigue que se sienta vergüenza, por sentir algo que “no debería” sentir. Esta persona para contrarrestar esta vergüenza es posible que se haga el duro, aunque seguramente se sentirá incomprendido, es decir, cuando el miedo no se acepta, no solo no desaparece, sino que sumamos más emociones que pueden ser desagradables, como la vergüenza, además, mantenemos una lucha con nosotros mismos totalmente estéril, que no aprenderemos la forma correcta de enfrentarnos a nuestros miedos. Si utilizo la negación no aprendo cómo enfrentarme a lo que me da miedo, por lo que no puedo superarlo.

Todos hemos sentido miedo alguna vez, ¿qué diferencia a una persona “cobarde” de una persona “valiente”? No es que la persona valiente no tenga o haya tenido miedo, sino que ha sabido enfrentarse, tiene herramientas para ello, que ha ido generando a lo largo del tiempo aceptando su miedo, no negándolo. Ante la situación amenazante interpreta que tiene recursos personales para enfrentarla, ya que como hemos dicho, el miedo es un mensajero que nos informa de que no tenemos recursos para superar la amenaza, por lo tanto, cuanta más capacidad tenga una persona de enfrentarse a sus miedos, menos veces sentirá miedo.

¿Cómo adquirimos estos recursos o herramientas? Cuando estamos acompañados en esta emoción, es decir, cuando se respeta al hecho de sentir miedo, se nos permite temer y se nos acompaña en el miedo. Pongamos un ejemplo sencillo: un niño tiene miedo de que haya un monstruo en el armario.

  • Conducta errónea: “niño, no seas miedica, que monstruo ni que monstrua, no ves que no hay nada. Tira a tu habitación a dormir, anda, que mañana tengo que madrugar.”
  • Conducta errónea: “¿Qué monstruo? No hay ningún monstruo, pero tranquilo, no tienes que tener miedo porque yo te protejo, que me quedo aquí contigo durmiendo.”
  • Conducta acertada: “¿Tienes miedo? No pasa nada por tener miedo, vamos a ver qué podemos hacer. ¿Qué te parece si miras dentro del armario? Yo estoy aquí contigo, estoy a tu lado.”

¿Se entiende la diferencia entre las conductas?

Conforme vamos adquiriendo recursos, estos cada vez son mayores para afrontar las situaciones temidas. Es necesario identificar el miedo como emoción valiosa y universal, que la dignifiquemos puesto que es necesaria.

Pero, y ahora, ¿cómo nos enfrentamos al miedo? ¿Qué hacemos para disminuir la emoción y no sentirla como algo insalvable? Un primer paso es colocar lo que temes en perspectiva. Habitualmente lo que hacemos es querer que no exista. Por ejemplo, me da miedo los perros, así que ojalá no hubiera perros o yo no tuviera que cruzarme con ellos. Esto es imposible para la mayoría de las cosas temidas.

La respuesta adecuada al miedo está muy ligada a poner límites seguros y adecuados tanto a la persona como a la cosa que se teme. Un límite por ejemplo es aceptar que es imposible que no existan los perros. Hay que tratar al miedo como lo que es, un mensajero, no el mensaje. Cuando dejas de luchar contra el miedo y te pones a pensar en qué puedes hacer, comienzas a enfocar tu estrategia, has dado un paso muy importante, no para dejar de sentir miedo en general, sino para sentir miedo hacia la cosa en sí.

También es importante dejar de luchar, ya que la lucha tiene que ver con colocar ansiedad y tensión en el contexto, lo que alimenta el miedo (el miedo tiene como combustible la tensión). Cuando nuestro cerebro recibe información de nuestros músculos, que están en tensión, propicia que sintamos miedo. ¿Qué sería, entonces, lo que podemos hacer? Tranquilidad. Al miedo no le gusta la tranquilidad, por lo que esta respuesta nos vendrá bien para regular la emoción de temor.  Parece muy sencillo puesto sobre papel, pero ¿cómo conseguimos la tranquilidad? De nuevo, no luchando, aceptando que tenemos miedo y pensando en una estrategia.

Para ello es fundamental tomar una decisión y ser consecuente con ella. Si decides que no quieres ir a casa de tu hijo porque te da miedo su perro tienes que tomar la decisión de verdad, es decir, darte permiso para evitar o escapar de la cosa y no fustigarte por ello. Has decidido que no vas y punto, no tienes que sentirte mal por ello ni por no vencer el miedo. Es tu decisión. Si has decidido no ir, no te sientas mal por no ir.

En este caso debes tener cuidado para no sufrir lo que llamamos síndrome de evitación. No puede evitar cualquier lugar en el que tu imaginación diga que hay un perro. Porque entonces ya no vas a casa de tu hijo, pero tampoco vas a casa de tu hermano por si se ha comprado uno, ya no sales tranquila al pasillo por si tu vecino tiene un perro, ni estás tranquila en la calle por si te cruzas con alguien paseando al suyo. Esto puede hacer que te introduzcas en una enfermedad muy incapacitadora: la agorafobia, miedo a tener miedo.

Espero que os haya gustado, si alguien tiene alguna duda estoy a su disposición. En posteriores entradas hablaré sobre más emociones.

 

 

2 comentarios en “El Miedo”

  1. He leído uno por uno todos los artículos de tu página y echo de menos que nos cuentes más cosas de las emociones. Sólo nos has hablado del miedo.
    Gracias por todo, a mí me has ayudado mucho.

    Le gusta a 1 persona

    1. Muchas gracias Gloria por tu comentario. Siento contestar tan tarde.
      Llevo un año con mucho trabajo y la verdad es que no he tenido mucho tiempo para continuar publicando. No obstante, me has animado a volver a publicar e intentaré sacar un poco de tiempo para ello.
      Un saludo y gracias de nuevo.

      Me gusta

Deja un comentario